¿Antonia es Lucrecia?

24 Julio 2020

 No sé si los tiempos han cambiado, pero el drama humano sigue intacto como hace veinticinco siglos.

Rodrigo Muñoz Ponce >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Al ver en las redes sociales cómo se revisten los perfiles de púrpura, se me vino a la mente un relato que contaba el historiador Tito Livio acerca de una ciudad que, por increíble coincidencia, también en su época se teñía de púrpura.

Antes del famoso imperio romano y antes de que existiera incluso su Senado, en Roma gobernaron reyes. Reyes etruscos, que eran muy abusadores con los primeros pobladores itálicos, gente sencilla y de duro trabajo agrícola en su gran mayoría. Increíblemente, lo que acabó con esta monarquía  abusadora de casi trescientos años (más que toda nuestra vida en Chile, como país independiente) fue por indignación popular, pero no por la explotación económica, sino un acto de violencia sexual: la violación de una joven por parte de uno de los hijos del rey Tarquino. Uno puede imaginarse la escena: Una tarde, un grupo de jóvenes bien borrachos, hicieron la insólita apuesta acerca de cuál de sus esposas era la mejor, es decir, la mas virtuosa. Resolvieron cabalgar todos a cada una de las casas para saber si sus respectivas mujeres estaban en sus hogares. Después de haber cabalgado y comprobado que todas las mujeres habían salido fiesta, el último de ellos, Lucio Colatino, los invitó a su casa para que vieran que la bella Lucrecia, su joven esposa, efectivamente estaba, como toda romana virtuosa; trabajando el telar con sus criadas. Prontamente les sirvió de cenar, atendiendo a su marido y sus invitados.

En ese momento, sin embargo, el hijo del rey, Sexto Tarquino, se apasionó totalmente por la joven, al punto que, esperando un momento propicio, volvió por la noche nuevamente hasta la casa de Lucrecia. Ella nuevamente lo atendió cortésmente, pero él la obligó, con un cuchillo, a tener sexo con él. Cuando vio que ella no accedía, Tarquino apeló a algo que entre los romanos era más fuerte que la muerte: el honor. Le dijo que si no accedía a sus deseos, declararía que la había encontrado a ella con su esclavo en un perturbador acto de adulterio. Sólo frente a esta posibilidad cierta de ignominia, Lucrecia accedió.Cuando Tarquino regresó a su pueblo, ella mandó a llamar a su marido y a su padre, y les contó lo sucedido. Acto seguido se suicidó.

Casi dos mil quinientos años después, nuestro pequeño país, en donde un hermano da sentencia de muerte a lo que hizo el otro, con el sistema de las AFP, un Rómulo que mata a Remo, la gente se desespera por los mismos problemas políticos, sociales y sexuales.

Nuestra conciencia histórica tiene más datos, pero ¿Han cambiado los tiempos? ¿Ha cambiado el hombre? Quizás nunca lo sabremos a ciencia cierta. Pradenas es, quizás, como aquel Tarquino, un abusador, seguro de su poder. Quizás no. Tampoco lo sabremos, digan lo que digan los tribunales. Al final, es una familia con la espantosa pérdida de una joven llena de vida, en contra de otra familia que defiende al –hasta ahora con muchas sospechas- hijo que ninguna madre dejaría sin defender.

Lucrecia allá pagó con su vida su pudorosa virtud, pilar de la moral romana de su época. Faltaban quinientos años aún (lo mismo que nos separa a nosotros de  Cristóbal Colón) para que existiera el cristianismo. Al igual que la trágica historia de Antonia, que divide a la gente en las redes sociales, allá, en el pasado, hubo poetas y autores satíricos que dudaron y fantasearon con lo que realmente deseaba Lucrecia, más preocupada por el qué dirán que por su real fidelidad. No sé si los tiempos han cambiado, pero el drama humano sigue intacto como hace veinticinco siglos.