Cuando la rival fue tu suegra. El Síndrome de Agripina en vivo y en directo

09 Febrero 2021

Sólo contaba a una suegra en mi vida, en mi primera relación importante. Una muy mala experiencia. Me trató de lo peor, porque no calzaba con sus aspiraciones de tener una nuera con más pedigrí. Yo era de clase media y punto. 

Ada Angélica Rivas >
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Pasaron muchos años en que no me encontré con las madres de posibles candidatos a parejas mías. Hasta que llegó una, hace un par de años.

Extraño, por decir lo menos, era que su presencia existió en mi relación desde el día uno. Yo auguraba que sería muy positivo, pero me equivoqué como pocas veces.

A menos de un mes de conocer a este hombre, ella apareció, creo que estaba ansiosa de ver quien era la mujer que hacía suspirar a su hijo. Pasó el tiempo y en broma le dije un día por teléfono que iría a pedirle la mano a su descendiente, para mostrarle que era una mujer empoderada y que me interesaba de verdad. 

Su respuesta me dejó helada. Me dijo que él tenía como destino cuidarla el resto de la vida y que por ningún motivo saldría de su lado, que al final las decisiones estaban tomadas entre ella y él. ¡Plop! 

Quedé impactada, nunca en la vida me había pasado algo así. Pero no fue lo único, en otra oportunidad en que él hablaba con ella, me la pasó al teléfono para saludarla, y ella me dice “Hola, tú hablas con la polola, soy la única novia de mi hijo”. ¡Casi muero! 

Después se inició una serie de acciones de su parte para afectarnos. En un momento cuando supe que ella sufría del Síndrome de Agripina y estaba enamorada de su hijo, me dio lata tener que lidiar con la madre de quien era mi pareja, ya era mucho. 

Como él vivía con ella, cada vez que yo lo invitaba a almorzar, ella preparaba lo mejor para hacerlo comer antes en su casa, cuento corto, cuando llegaba a la mía ya no tenía ni una pisca de apetito. Y suma y sigue. Cuando él llegaba a verme, aparecía ella por el teléfono y le hablaba hasta que le daba hipo, cosa de limitar la relación y estar como fuera al centro de los dos. 

Mis quejas fueron respetuosas, aunque tenía ganas de decirle sapos y culebras a esta señora sin vida, pero era la madre, castradora de libertades, preocupada de que él se mantuviera lo máximo al lado de ella y que yo quedara con lo que sobraba. 

Al final, mi ahora ex pareja, cumplía el rol de marido y novio de su propia madre, y aunque parezca bizarro, es una realidad vivida por muchas mujeres. Mi ex suegra, si se pudiera llamar así a esta señora de más de siete décadas, se hacía la enferma y estaba más sana que un yogurt; la idea era que su hijito amado la masajeara completa casi todos los días, la llevara de compras y casi a “pololear” a todos los lugares que ella decidía. 

Entendí muchas cosas, casi todo, pero tener la sombra de una controladora empedernida a la que este hijo no podía negarse, no estaba en mis planes. Respiré profundo, miré el horizonte, el día pasaba rápido y los años también. Tomé la mejor decisión, seguir mi camino, sin tanta competencia, ni voluntades perdidas. La vida, en esta ocasión, no jugaba a mi favor. 


Ellos eran la pareja perfecta, en este triángulo patológico, la única que sobraba era yo.