¡Cuidado… son colombianos!

25 Octubre 2013

Podrían venir de un país golpeado por la violencia y el narcotráfico, pero yo sabía muy bien lo que es  caminar cuadras y cuadras para escuchar palabras de aliento y esperanza, pidiéndole ayuda a Dios, para  no ser discriminado.

José Olivares C... >
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Mi esposa y yo, fuimos invitados a una misa de despedida de un amigo muy querido por nosotros.

Estaba programada para las 20:30 P.M., y  por motivos de locomoción llegábamos algo atrasados al oficio religioso Al mirar el salón se veía completamente lleno, salvo un espacio al final donde habían varias bancas vacías, así que dificultosamente llegamos al lugar, no sin antes, haber escuchados algunas advertencias que maliciosamente nos hicieron al pasar…¡cuidado son colombianos!  Eran 2 jóvenes de piel muy oscura, zapatillas americanas, blue jeans y chaquetas muy limpias y de frondosas cabelleras rizadas que adornaban sus cabezas. La misa había comenzado,  éramos los únicos que estábamos junto a ellos, mi mente no estaba en lo que decía el cura, sino en aquellos jóvenes. Me imaginaba si al estar muy cerca de ellos, podrían quitarnos algo, especialmente cuando nos diéramos el saludo de la paz.

En un momento mi señora me dijo que deseaba ir al baño. En otra ocasión le hubiera dicho que es una falta de respeto y que esperara, pero lo tomé como una oportunidad para escapar de aquel “imaginable” peligroso lugar. Disimuladamente nos retiramos hasta  los baños, ya distantes di gracias por  haberme alejado de aquellos jóvenes.

Apoyado en la pared del fondo del templo y ya más tranquilo, volvía a escuchar al sacerdote, hablaba muy fuerte, así lo percibía, incluso sentí que me hablaba a mí… ”Todos somos hijos de Dios”. Sentí un remezón en todo mi cuerpo, un frío recriminatorio me caló hasta los huesos, vergüenza era lo que sentía.

Podrían venir de un país golpeado por la violencia y el narcotráfico, pero yo sabía muy bien lo que es  caminar cuadras y cuadras para escuchar palabras de aliento y esperanza, pidiéndole ayuda a Dios, para  no ser discriminado y ser aceptado como un hermano. Ellos sabían que Dios era su padre, por eso que a pesar de la hostilidad que sentían, se mostraban muy tranquilos.

Dios me estaba dando una lección, misionero por largos años, recorriendo hogares esparcidos por el valle, llevando mensajes de paz y amor, me había dejado llevar por comentarios discriminatorios hacia estos jóvenes colombianos. Le había fallado a quienes me habían formado,  a mi corazón, pero lo más grave le había faltado a Dios.

Había olvidado, que debo ”amar al prójimo como a sí mismo” y una verdad importante “tratar a los demás, como quieres que te traten a ti”. Me sentía muy mal, el haber visto a los jóvenes como si tuvieran alguna enfermedad contagiosa.

La comunidad estaba de pie, así que nos escabullimos por entre las personas y nos volvimos a sentarnos al lado de nuestros hermanos colombianos. En silencio le pedía perdón a Dios, mientras trataba de tranquilizarme, para ahora sí, escuchar con el corazón algo más limpio, las palabras del sacerdote.

Cuando el padre nos pidió rezar el Padre nuestro, estrechamos con cariño las manos de estos jóvenes, que hace unos momentos rechazaba, luego dándonos la paz muy fraternalmente.

Nunca olvidaré aquel día, Dios me había llamado la atención muy merecidamente. Nos dejamos llevar fácilmente por lo que significa venir de un país estigmatizado por las drogas, guerrilleros, violencia,  carteles y muchos Pablos Escobar. Colaboran a que se produzca este ambiente discriminatorio las insuficientes políticas migratorias que permiten el ingreso de muchos hombres y mujeres que se quedan sin propósitos fijos creyendo que pueden actuar impunentemente como lo hacían en su país.

Lo sucedido actualmente en la ciudad de Antofagasta es realmente la punta del iceberg que puede reventar no solo en aquella ciudad, sino en muchas otras partes. Alguien tiene que levantar la cabeza por la gente trabajadora que viene a hacerse un destino honrado y de esfuerzo en nuestro país, no a engrosar las filas de narcos y prostitución, perjudicando a familias que han venido con un noble propósito. Si hay que juzgar, juzguemos a aquellos que han permitido que Chile, se convierta en una nueva ruta para las renovadas estrategias del narcotráfico y la prostitución.