Estar colapsada, una realidad en pandemia

17 Marzo 2021
En una sociedad con tanto foco en el éxito, en donde hay una permanente sobrecarga de trabajo y tareas, pareciera que a veces no queda espacio para frenar, meditar, reflexionar ni respirar.
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Por Marisol Alarcón Valencia

A varios meses de estar viviendo el encierro e incertidumbre producidos por el COVID-19, trabajando intensamente y siendo mamá de dos niñas chicas en un espacio donde convivieron ambas realidades como nunca, empecé a visualizar que era muy probable que esta realidad se prolongue bastante. Paralelamente, me pasaron la cuenta varias circunstancias personales que viví previo a la pandemia y empecé a “colapsar”, situación que sé no la estaba viviendo sola, sino con muchas personas al mismo tiempo. Aceptar que uno colapsa no es fácil y pedir ayuda menos, pero lo hice y me ha ayudado mucho. Sin embargo, no he dejado de preguntarme cómo vamos a salir de esta crisis cuando buena parte de la población está tanto o más colapsada que yo. ¿Funcionarán, por ejemplo, las políticas públicas que busquen reinsertar a las personas que perdieron sus trabajos? Sin la fortaleza mental y emocional que se requiere para estar bien y trabajar, no me queda claro, ya que antes de que irrumpiera el virus, la salud mental ya estaba en la cola de los sistemas de salud de nuestro país.

Ya se sabía que gran parte de población no podía acceder a un acompañamiento de salud mental como corresponde, menos ahora que escasean los trabajos. A mediados del 2020 investigué qué programas de Gobierno se crearon para enfrentar esta crisis y encontré SaludableMente, que busca fortalecer iniciativas actuales de atención primaria y cuenta con una plataforma donde se pueden agendar consultas gratuitas e informarse sobre cómo manejar distintas situaciones. El contenido es útil y bien diseñado, pero me pregunto si las personas más afectadas efectivamente están llegando a esta plataforma web, si la usan y si ayuda de verdad. Me gustaría saber quién la ha usado, cuántas llamadas han tenido sus profesionales, qué mejoras se han visto en sus beneficiarios, y qué se ha hecho en los centros de atención primaria. Esta información no existe o no es pública.

Es importante saber si ha funcionado este plan porque la situación es grave. El psiquiatra Alberto Larraín, dice que “antes de la pandemia teníamos alrededor de 3.800.000 personas con enfermedades mentales y el incremento podría significar que podríamos llegar a tener a casi 5 millones de personas sintomáticas. Tal situación asociada a cobertura baja de alrededor del 20%, puede significar que muchas personas se queden sin acompañamiento ni tratamiento.” Sabiendo que no seremos capaces de atender formalmente como corresponde a muchas personas, ¿por qué no empezar a informarnos sobre la autogestión de las emociones? Podemos hacer mucho a nivel individual y comunitario, para detectar, conocer y trabajarlas, y así, disminuir su impacto negativo en nuestra salud mental y, por ende, en nuestro diario vivir. En este marco, celebro la publicación del manual de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) titulado “Gestionando nuestras emociones en tiempos de COVID-19”. 

Invito a las autoridades a dar cuenta de la efectividad de sus programas, pero también hago el llamado a que cada uno de nosotros y nosotras busquemos espacios para reconocer y trabajar nuestras emociones. En una sociedad con tanto foco en el éxito, en donde hay una permanente sobrecarga de trabajo y tareas, pareciera que a veces no queda espacio para frenar, meditar, reflexionar ni respirar. Si tú que me lees crees que puedes aportar con experiencias o ideas que nos ayuden a generar esos espacios, feliz de compartirlos, ya que si algo tengo claro es que no soy la única colapsada.

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