¿Qué nos une como ciudadanos?

18 Diciembre 2020

"No dejemos que nuestra sociedad se quiebre en mil pedazos" Guernica, Pablo Picasso y su vision de la guerra civil.

Rodrigo Muñoz Ponce >
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Hace mucho tiempo había un comercial de un pegamento que se llamaba “la gotita”, que tenía un slogan que decía “pega, pega y nada lo despega”. Podríamos preguntarnos, cuál sería la “gotita” psicológica que nos une en la sociedad?

Distintas cosas nos unen como personas. A veces los sentimientos, como entre los familiares, padres e hijos y los amigos. Desde lo más cercano a lo más lejano, como si fuésemos alejando la cámara metafóricamente como un dron, vemos que los vínculos pueden difuminarse, pero se mantienen. Lazos de diversa naturaleza con los demás; con los vecinos, estas emociones derivan del conocimiento o de la responsabilidad, como con la señora de la esquina que sabemos vive sola, o la simpatía por el par de jóvenes recién llegados al barrio, que andan de primerizos con su guagüita. El deseo, no siempre demostrado, del adolescente, al que le duele el estómago cada vez que aquella señora que vive sola sale a regar siempre despeinada, como en una película clásica italiana.

Seguimos subiendo y vemos que los hilos emocionales aún nos mantienen unidos, hebras de este “tejido social” del que hablan algunos sociólogos. Esos hilos están compuestos también de intereses, como el que tiene el dueño de una reja que requiere reparación y necesita del “maestro” para que no le pase nada el fin de semana y llegue el lunes, o el que tiene el trabajador por su jefe que le dará el ascenso prometido. El respeto por la palabra empeñada de un comerciante, no por ser bueno necesariamente, sino porque es necesario confiar para que el comercio funcione y continúe, como lo ha hecho desde los albores de las civilización. Sin la palabra y la confianza no funciona el mundo. Hay uniones, en un nivel más abstracto, que nos vinculan con gente que no conocemos, como aquellos que vemos con la misma camiseta de nuestro club deportivo favorito o la pasión por los autos, cuando vemos a alguien con un modelo que ronronea y levantamos el pulgar en signo de buena onda. Reconozco que me emociona –hasta las lágrimas- ver a nuestros deportistas cantar la canción nacional, en el podio que fuere. Ese sentimiento, en el buen sentido, es nacional.

Nuestra nación tiene diversos pueblos. Y me conmovió mucho haber leído aquel capítulo del Quijote en que Cervantes salva del fuego a la “Araucana”, la obra en que aparecen nuestros mapuches, raza indómita, jamás a extranjero sometida. La obra más conocida del mundo lleva en su interior uno de nuestros pueblos. Escribo esto y se me paran los pelos.  Hay simpatías que nos unen. Pero también hay sentimientos y emociones que nos dividen y desunen.

¿Qué puede ser tan fuerte para separarnos con el resto de los ciudadanos al punto de llegar a pelearnos con otros? Dicho de otra manera, qué puede ser tan fuerte como para romper los lazos que nos unen? Debemos considerar hoy más que nunca, en este proceso único e histórico, donde -se supone- escribiremos entre todos nuevas reglas del juego futuro para el país que le dejaremos a nuestros hijos y nietos. Debemos buscar lo que nos une, al revés de la mezquindad en que nos han dejado los partidos políticos con sus divisiones y discusiones de cuotas, de cámaras, de mociones, una maraña burocrática que nadie entiende, al fin y al cabo. Increíble que la desconfianza e incluso el odio pueda aflorar entre nuestros mismos conciudadanos. ¿Qué sentido puede tener que, para redactar una constitución una carta fundamental que nos reúna a todos, sigamos manteniendo listas que nos separan?

Para jugar en la selección nacional, los jugadores llamados a integrar no mantienen las camisetas de sus propios clubes –valorables en otras ligas- pero absolutamente absurdas en un juego donde debemos mantenernos unidos como Nación. ¿Qué pasa para aquellos, como en mi caso, tengo absoluta coincidencia solidaria con los postrados y los ancianos y que, en ciertos temas de seguridad pública concuerdo con la fuerza efectiva, racional, capacitada, pero no proporcional, que se atribuye a la derecha y, por otro, llevo una cercanía emocional y racional con el medio ambiente y las comunidades indígenas, ¿propio de progresistas? La fragmentación es antinacional e incluso creo contraria a los derechos humanos, por promover los enfrentamientos civiles, donde caen los únicos que no deben caer: Nuestros jóvenes, niños que, con y sin uniforme, creen en ideales que les han plantado los adultos llenos de resentimientos, ya sean raciales, de género, xenófobos o de clase. No nos dejemos desintegrar como nación.

Ver tambien: Conquista de América: El Segundo Tesoro