Un nuevo drama: Entre la mujer que presta el cuerpo y la mujer darwiniana

06 Noviembre 2014

El embarazo de una niña de 13 años producto de violación, una vez más, deja al descubierto el tratamiento deshumanizado de graves problemas que nos afectan como sociedad.

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Este embarazo de una niña reúne muchas aristas que dejan todos los cabos sueltos. La niña y el feto están siendo centrales en la discusión sobre un embarazo producto de violación, en un país donde el aborto está penalizado en toda circunstancia, la “vulnerabilidad” de algunos segmentos sociales es la explicación de todas las tragedias que les suceden, y los violadores pasan a segundo plano, condenados o en libertad, pero asunto zanjado.

La niña es una de las miles que viven abuso sexual por familiares cercanos, vecinos, conocidos y desconocidos, y el feto uno de los miles no deseados por mujeres, en relaciones forzadas o consentidas, y por niñas que en toda circunstancia son víctimas de abuso de poder. Si esto ya es violencia, se agrega que las políticas públicas son ineficaces para proteger la vida de mujeres y niñas (48 femicidios a la fecha), en tanto sí lo son para resguardar los intereses de los bancos; que las leyes, provenientes de un Parlamento binominal ilegítimo, penalizan el aborto y deciden por las mujeres la vida que han de llevar; que las iglesias, con una más que dudosa moral se erigen en salvaguardas de la vida, sobre todo la católica, una institución de hombres, célibes, que por mandato de un dios hecho a su imagen y semejanza, interviene con desparpajo en la vida de las mujeres; y que los diversos abusos que viven los sectores pobres de la población, denominados “vulnerables”, son los sueldos mínimos, la educación de mala calidad, las viviendas aptas para el hacinamiento de barrios sin áreas verdes ni servicios porque no son rentables, etc.

Los violadores, que están en todos los estratos de la sociedad, son parte constitutiva de este orden en que vivimos. No son enfermos, son hombres criados en la normalidad de esta cultura machista; son socializados en los patrones androcéntricos de la familia y la escuela; son acicateados por la publicidad que objetualiza y denigra a las mujeres; por el tratamiento de los medios de comunicación que hablan del “caso” de violación o femicidio, como si fueran aislados y excepcionales, impidiendo reconocer que el abuso de poder contra las mujeres ocurre en todos los ámbitos, y que es un problema social cultural que nos afecta a todas y todos.

¿Cuándo hemos escuchado que las autoridades políticas, eclesiásticas, empresariales, comunicacionales, interpelen a los hombres por los malos tratos, violaciones o femicidios? ¿Es que victimizar a las mujeres es funcional a este orden de cosas?

Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres

www.nomasviolenciacontramujeres.cl