Un terremoto del Ejército de Chile

22 Julio 2021
El modelo francés era emocional, aristocrático, basado en castas y actos heroicos, mientras que el modelo alemán era racional, eficiente y muy innovador.
Tomás Bradanovic >
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Luego que terminara la Guerra del Pacífico, estando Domingo Santa María de presidente y pasada la embriaguez del triunfo sobre el Perú y Bolivia, empezaron a conocerse detalles sobre muchos problemas en las Fuerzas Armadas.

Especialmente  en el Ejército que sufría de improvisación, personalismos exagerados, imprudencia y falta de preparación en los altos mandos. Todo esto se reflejó en un manejo caótico de la tropa, donde reinaba la indisciplina que solo podía ser combatida con brutales -y muchas veces arbitrarios- castigos.

El castigo más común era la pena de azotes, donde los malportados eran azotados hasta 200 veces frente al regimiento en formación, mientras la banda tocaba el Himno de Yungay, eso se conocía coloquialmente como "el pago de Chile". 

Pero fue efectivo solo al principio, porque los peores empezaron a enorgullecerse de su capacidad para soportar el castigo y lo provocaban, lo que les daba fama entre sus camaradas. Las borracheras y el descontrol en combate, donde solo sabían atacar de frente haciendo poco caso de las órdenes, fue lo que provocó matanzas como la del asalto y toma del Morro de Arica, entre otras.

Por otra parte muchos generales eran tan ególatras y ambiciosos, que se creían con pleno derecho para ser presidentes del país por el hecho de haber servido victoriosamente en la guerra, tal como lo había sido Manuel Bulnes en el pasado. Aunque otros como Manuel Baquedano, José Francisco Vergara y unos pocos más eran humildes y sin demasiadas ambiciones, muchos fueron mal aconsejados y encumbrados por la prensa para que iniciaran una carrera a la presidencia. Un ejemplo notable de esto fue Estanislao del Canto, fanfarrón, atrevido y ególatra, a quien finalmente le tuvieron que dar un buen puesto fuera del país para que no siguiera revolviendo el gallinero.

En los años de la Guerra del Pacífico, la prensa no tenía nada que envidiarle al actual Twitter y era manejada por oportunistas políticos, cada uno buscando llevar agua a su propio molino, gente como Benjamín Vicuña Mackena y otros muchos, se convirtieron en activistas y "generales alternativos" dictando cátedra de cómo se debía conducir la guerra, a la vez que elevaban al olimpo de los dioses a algunos generales, condenando a los del sector político que no les parecía. 

La prensa fue uno de las peores problemas que tuvo el presidente Anibal Pinto, liberal aunque portaliano de corazón. Fue una tremenda suerte tenerlo de presidente y a Rafael Sotomayor de ministro de guerra en campaña -otro portaliano- en tan delicado momento.

Después de Anibal Pinto llegó a la presidencia Domingo Santa María, uno de los más inescrupulosos que han ocupado el puesto en Chile y que sembró la semilla que provocaría, poco después, la Revolución de 1891. Él se vio enfrentado a la caótica situación en el Ejército y decidió traer un instructor alemán de prestigio para reorganizar la institución desde la raíz. 

El elegido fue el capitán Emil Koerner Henze, que se había destacado en la guerra Franco Prusiana, que Prusia acababa de ganar. Luego se graduó en la Academia de Guerra de Prusia, con la tercera antiguedad, detrás del futuro mariscal Von Hindenburg y Merkel, quien más tarde se haría famoso con la reorganización del Ejército Imperial Japonés. Koerner tenía todas las credenciales y total respaldo del presidente Santa María, así como de todos los que le sucedieron. El primer diagnóstico que hizo fue desvastador:

“el ejército, lejos de ser una mezcla de todas las clases de la sociedad, se componía de las personas que no tenían capacidad o vocación para otra ocupación…era corriente la bebida y el juego, además del vicio de la ‘camaradería’ –convivencia con mujeres sin mediar matrimonio…y la corrupción habría sido total sino hubiesen existido castigos en la forma más brutal, con bastón –hasta 200 golpes- y grillos”.

Pero también apreció grandemente el potencial de los soldados, escribiendo: “los chilenos nacen soldados, los reclutas aprenden en un mes lo que los conscriptos europeos en un año”.

Los cambios que introdujo fueron un verdadero terremoto para el Ejército. Suprimió las penas de azotes y castigos corporales a los soldados diciendo que eran ineficientes, porque alentaban el caudillismo de los más canallas. En cambio puso en los oficiales la responsabilidad que -por medio de liderazgo- mantuvieran la disciplina sacando a todos los malos elementos. Así, la tropa pasó de ser un grupo con muchos granujas y poca disciplina a un cuerpo cohesionado y bien motivado.

Luego emprendió la profesionalización introduciendo dos cambios clave: el Estado Mayor y la Academia de Guerra para formar a los oficiales superiores -de coronel para arriba- que antes ascendían de manera caótica, bien en premio a sus acciones de guerra o por tener parientes influyentes en la política.

Hasta que llegó Koerner los oficiales superiores eran mayormente muy valientes e ignorantes, gente que se había destacado peleando en la Guerra de Arauco como el coronel Lagos, grandes tácticos de la guerra de guerrilla y emboscadas, pero no tenían la menor idea de estrategia ni planificación de las acciones. La dirección de la guerra, afortunadamente estuvo a cargo de dos civiles: el abogado Rafael Sotomayor y el ingeniero José Francisco Vergara. Ellos fueron los artífices estratégicos de la victoria.

Hay una figura poco conocida, que tuvo tanta o más importancia que Koerner en la prusianización del Ejército, este fue el chileno Jorge Boonen Rivera, que se educó en Bélgica, país del que provenía su padre. Boonen tenía una formación intelectual muy por encima del resto de los militares de su época. Él fue junto con Koerner el ideólogo y quien llevó a cabo la enorme reorganización. Ni que decir que ambos eran buenos amigos.

Terminada la Guerra del Pacífico, con la llegada de Koerner y el ascenso de Boonen, empezó a parecer un fuerte movimiento interno de resistencia a los cambios, formándose dos bandos irreconciliables de francófilos y prusianófilos. Esta rivalidad explotó para la Revolución y Guerra Civil de 1891, donde el Ejército se dividió en dos facciones. Las tres cuartas partes -más o menos- eran los defensores del modelo francés y apoyaron al residente Balmaceda. 

El otro cuarto -donde finalmente se pasaron Koerner y Boone- eran defensores del sistema prusiano. Así fue como se enfrentaron los dos modelos, donde el viejo ejército fue derrotado por el nuevo, que en pocos años habían organizado Koerner y Boone.

Claro que la división no era tan clara, el ejército de Koerner estaba encabezado por el general Estanislao del Canto, prototipo de los militares antiguos, muy valiente, ególatra e incompetente. Sus malas decisiones habían sido responsables de aniquilamiento completo de la 4ª Compañía del Regimiento Chacabuco en La Concepción, durante la Guerra del Pacífico, Boone estaba bajo sus órdenes como capitán y fue el primero en llegar al lugar del desastre, es de suponer que desde entonces le tomó odio a del Canto por su incompetencia y fanfarronería.

Pasada la guerra civil, con el triunfo de los congresistas, Koerner fue ascendido a general, con control total sobre el Ejército, Boone siguió ascendiendo hasta llegar también a general, pero las tensiones internas -dentro y fuera del Ejército- entre los sistemas francés y prusiano continuaron escalando hasta convertirse en una cuestión política. Los viejos generales, envidiosos y resentidos por la fama de Koerner y Boone, los motejaban de militares de escritorio, cobardes e incompetentes.

Estanislao del Canto, que soñaba con se presidente, declaró en una entrevista 

"que el triunfo había sido el fruto de su plan de ataque y que la Batalla de Placilla estuvo a punto de perderse por la lenidad o desobediencia del Comandante de la III División, Teniente Coronel Jorge Boonen. El aludido mandó su padrino a del Canto. Este contestó que "estoy dispuesto a ir inmediatamente con Ud. a un duelo por las armas; pero reservándose, en todo caso, el derecho de justifícarme con documentos, si algún día yo creyese que pesaba sobre mi honor la sospecha de que he calumniado a Ud."

Como Boone lo había retado a duelo, del Canto escogió las armas, era un experto en tiro de pistola y le dio justo en la frente a Boone, dejándolo al borde de la muerte, aunque por milagro los médicos lograron salvarlo. El terremoto del Ejército de Chile, provocado por Koerner y Boone, tuvo innumerables réplicas a lo largo de los años, pero al final el modelo prusiano se consolidó y hoy es motivo de satisfacción y no poco orgullo para muchos chilenos,  militares y civiles.

El modelo francés era emocional, aristocrático, basado en castas y actos heroicos, mientras que el modelo alemán era racional, eficiente y muy innovador: algo característico del prusianismo fue su capacidad para adaptarse e innovar. Cada uno tenía lo suyo, pero creo que finalmente ganó el más mejor.

Creo que la moraleja de toda esta historia es que la incompetencia, la envidia y los errores pueden estar muy extendidos, pero siempre es posible barrerlas y cambiar. No hay mal que dure cien años.