La ubicación lógica del futuro gran museo de la cultura Chinchorro debe ser en Arica en el mismo lugar donde fueron venerados estos primeros habitantes por respeto a su hábitat natural para ser exhibidos en sitio y administrado por la Universidad de Tarapacá.
Chinchorro significa “red o pequeña embarcación a remos”. Interpreta fielmente los orígenes de esta cultura inserta en la costa del desierto de Atacama por el año 5050 A.C.
Bernardo Arriaza sostiene que hace 9 mil años cazadores recolectores comenzaron asentarse en nuestro litoral y se convirtieron en versados pescadores. El museo del valle Azapa exhibe bellos instrumentos de pesca como anzuelos de concha y cactáceas, pesas líticas y tejidos de malla encontrados frente a las costas de Arica donde se concentró uno de los mayores poblamiento sobre fuentes acuíferas de agua dulce en el sector La Chimba.
Arriaza explica que los Chinchorros “tuvieron una existencia marítima sedentaria, explotando los recursos marinos durante todo el año y no sólo estacionalmente por lo que representan una sociedad andina temprana que rápidamente se adaptó a una forma de vida marítima a lo largo de la costa del océano Pacífico".
Su subsistencia se componía de una dieta marítima, que complementaban con la caza de aves. Explotaban los recursos de la desembocadura de los ríos, lo cual les permitía obtener agua dulce. Recolectaban plantas como el junquillo, que utilizaban para hacer esteras y cordeles. Dentro de los utensilios que fabricaban se encuentran los anzuelos de concha de choro que pulían con limas de piedra hasta darle la forma deseada. Estos pequeños anzuelos eran amarrados a una lienza de totora mezclada con pelo humano junto a pesas cilíndricas de piedra para que se sumergieran. Los peces los tragaban atraídos por el brillo de la concha perla y de este modo eran atrapados.
Para los mariscos usaban unos desconchadores fabricados con huesos de costillas de lobo marino y para cazar animales utilizaban lanzas, dardos y arpones con cabezales desprendibles.
El aspecto cultural más relevante ha sido el complejo sistema funerario cuando comenzaron a momificar artificialmente a sus muertos dos mil años antes que los egipcios preparándolos para la otra vida con una creación increíblemente sofisticada, como lo describe Agustín Llagostera. Los cuerpos eran desarticulados para ser posteriormente reemsamblados lo que las convierte como únicas y las más antiguas en el mundo. En el año 1.700 antes de nuestra era, dejaron la momificación artificial al percatarse que la acción de sequedad del desierto conservaba en mejor forma sus cuerpos y así continuaron con su sistema de vida hasta desaparecer en el tiempo.
Estos antecedentes permiten concluir que la ubicación lógica del futuro gran museo de la cultura Chinchorro debe ser en Arica en el mismo lugar donde fueron venerados estos primeros habitantes por respeto a su hábitat natural para ser exhibidos en sitio y administrado por la Universidad de Tarapacá.
Bajo ese alero también disponer del espacio necesario para albergar laboratorios de investigación con académicos antropólogos y arqueólogos de esa casa de estudios al servicio de la educación y científicos de todo el mundo. Lo vital es que los actores de esta trama lleguen a esta concordancia de criterios con una clara muestra de generosidad hacia la luz de la comunidad ariqueña por la preservación de un patrimonio señero en el orbe y por el bien del turismo como lo está postulando desde hace varios años la Cámara local.
Por Ricardo Jorquera Dinamarca
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