La presencia de la ausencia

26 Diciembre 2023
Pienso en la vida y la muerte en estos últimos días de un año que se termina para dar paso a otro más lindo, luminoso, con pasajes incluidos, en un nuevo viaje en esta ruta que se agradece continuar.
Ada Angélica Rivas >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano
La presencia de la ausencia

Entro al Linkedin y ahí, por supuesto, aparecen los nuevos cargos en diversas instancias de mis conocidos virtuales. A veces, me dan deseos de contar que entrevisté a un maestro de un taller de fierro, que se ubica en el escalafón más bajo de los honorarios existentes, y que se ve feliz, porque sonríe con la mirada. Pero eso no es ningún logro para el resto del mundo. 

No soy coordinadora de nada, pues apenas he podido ordenar mi vida. Sólo he logrado ser jefa de la ruta que tengo trazada hace tiempo, en la que era difícil avanzar. Este año ha sido de tanto aprendizaje que agradezco cada experiencia que permití que ocurriera y hoy está todo mejor que nunca, es como haber sacado un cum laude en un doctorado de la universidad.

Nunca he sido una profesional que vegeta y se convierte en planta, sentada detrás de un escritorio, pero he tenido que estacionarme en forma obligada para escribir a pedido o en forma libre. Y es desde este lugar que hoy recuerdo a quienes se fueron este año y dejaron hilillos de dolor pegado.

Hace 4 meses una amiga amada se suicidó, lanzándose del Morro, dejándonos con infinitas preguntas y poca capacidad de reacción, porque el shock con este tipo de decisiones dura la vida. En ese momento tenía tanta rabia que ni siquiera quería ver su cajón rosado con collares hawaianos, que evidenciaban la simbiosis entre lo alegre que se veía y la tristeza en color rosa, que anidaba en las capas profundas de su piel.

Hasta que me atreví y fui a darle un último adiós, porque nuestros espíritus siguen, a veces más cerca, otras más lejos. Y hoy, a 4 meses de la muerte de Paulita, aún parece una humorada oscura. Y repasé cada mensaje, el último audio en que me dice: "te quiero muuuuuchooooo"... Me traspasó las membranas y quedé marcando ocupado. Su invitación a conocer la selva de Bolivia y tantas juntas inconclusas. 

Porque el tiempo es implacable con los tiempos generosos que no podemos ofrendar a momentos lindos, porque todo, a veces, se trata de producir. ¿Y la vida plena dónde queda? Así cargamos las culpas por los tiempos que restamos a las posibilidades verdaderas de amor, porque dictaminamos un término a algo que recién empezaba a florecer, porque no fuimos capaces de hablar o decirnos lo que faltaba para recuperar la conexión.

Perdemos porque somos tercos, por el miedo a quedar en desmedro con el otro, porque el malestar no nos deja avanzar. Pero llega el momento en que la experiencia de los años cae implacable sobre nuestro sentir y logramos zafarnos de lo que nos pesa. Cuando eso sucede, nos liberamos y podemos volar nuevamente.

Hace 2 meses falleció Sonia, una amiga de épocas pasadas, artista genial y única, lejos de su Arica amada. Recordé tantos momentos de alegría impregnada por su espíritu jovial. Era tan simpática, nunca podrías salir de su casa sin una bolsa con maracuyás o plátanos o galletas de jengibre. En mi pared aún vuelan las mariposas a las que le puso alma y la escultura “madretierra” en forma de mujer ocupa un lugar de privilegio, junto a las plantas que la honran a diario.

La presencia de la ausencia es el título de un artículo antiguo que nunca olvidé. Cuando perdemos algo o a alguien está más presente que cuando existía. Una pequeña escultura de Rodin en una muestra en Santiago no era admirada por muchos, pero cuando cobró más revuelo y todos supieron de su existencia fue cuando se la robaron, ya no estaba. Aunque es una historia vieja, es válida.

Termino el año con saldo a favor, una vida en equilibrio, con todo lo que necesitaba que funcionara con prioridad, con regalos inesperados, noticias lindas, trabajo interminable (y eso es muy bueno), historias remendadas (es genial limar asperezas y seguir con el alma liviana) y plena de esperanza en lo que viene, porque por fin he logrado construir y delinear mi propio destino.

Si alguna vez me pasa algo, que seguro va a ocurrir cuando la vida lo decida, por favor no escriban en sus muros que “vuele alto”, lo encuentro de una pelotudez extrema, no me lleven flores, con una sola rosa roja basta, no lloren porque el tiempo que nos queda será para vivir con plenitud. Se llora por la culpa, porque no fuimos capaces de dar todo al otro, por los arrepentimientos, por el abandono. Y por ningún motivo vayan a pelar al velorio, que se estila también, ni me paseen por instituciones en las que trabajé, ni se hagan cargo de coordinar el “evento”. Nada que ver.  

Pienso en la vida y la muerte en estos últimos días de un año que se termina para dar paso a otro más lindo, luminoso, con pasajes incluidos, en un nuevo viaje en esta ruta que se agradece continuar.

(Me reconcilié con un par de personas con las que había diferencias pendientes, fui capaz de cerrar heridas, dejar ir a quienes no quieren estar, y priorizar mi tiempo. Hay una primera, segunda y tercera línea de entrega y atención. Cuesta aprender a vivir con un poco de sabiduría y humildad. Pero la vida nos retorna mágicamente lo que necesitamos).

Cuento lo que me pasa, desde un yo que parece egótico, pero para mí es el mejor pronombre personal que puede dar a conocer el sentir. Solo es un uso narrativo que me acomoda, porque las palabras fluyen.

Sanar, soltar es una experiencia recomendable al mil por ciento. Estacionarse en un espacio de paz, calma, amor propio, es una forma de vida en que es muy grato quedarse.

Que para todos, todas y todes venga el mejor año. Solo hay que construirlo. ¡Amén!