Como muchas personas, de lunes a viernes se asiste al trabajo, llegando a la casa ya a oscuras, a sacarse los zapatos, tomarse una taza de té y descansar. Esto es lo que hacemos una gran cantidad de ariqueños/as, mientras que los fines de semana -por lo general- lo ocupamos para estar con los nuestros, salir a pasear, hacer deportes, devorarnos Netflix, salir, compartir y relajarnos.

Este fin de semana se hizo la apertura de nuestro añorado Parque Centenario, nuestro pulmón verde, nuestro punto de encuentro familiar, de risas, esparcimiento, tanto para nuestros niños como para nuestras masc… no, perdón, para nuestras mascotas no, porque no pueden ingresar.

Este sábado me levanto como nunca más temprano de lo habitual, entusiasmada de volver a entrar a ese parque que tantos recuerdos lindos me dejó cuando era niña: los paseos a caballo, la casa embrujada o casa de Tarzán, las lanchas, los aniversarios de las escuelas todos partíamos con nuestras alianzas, las pichangas, los asados y también encuentros scouts en los que recuerdo haber acampado un par de veces en los años 80 con el grupo de guías de Chile.

Meto en mi mochila una botella con agua (para mí y para mi perro), un tacho para el agua, un par de bolsas para guardar el excremento (por si le daban ganas), le pongo la correa a mi Lucas y parto a las 10 de la mañana rumbo al parque, más feliz que perro con 2 colas. En la entrada me encuentro con la sorpresa que por reglamento se prohíbe el ingreso de mascotas. Así que me devolví a mi casa, no tenía intenciones de pasear sola, sin la compañía de mi amigo fiel, mi perro.

Si dentro del parque habrán charlas socioeducativas medio ambientales, ¿para qué nos van a enseñar a ser amables con nuestro pulmón verde, si nos van a condicionar nuestra conducta, restringiéndonos a no entrar con mascotas, no fumar, etc?

La situación me molestó, pero se puede mejorar.

Mejor reforzamos los recorridos y las charlas, por medio de un registro. Es decir, anotarse en la entrada y, por ejemplo, los que ocupen el quincho y lo dejen sucio o en malas condiciones, multarlos o dejarlos con la entrada condicional. 

En los recorridos de los guardaparque o encargados de la seguridad, exigir a los "pet lovers" contar con todos los elementos para que su mascota no ensucie o no haga destrozos dentro del parque. Lógicamente, si no se cumple, cursar multas hasta que nos acostumbremos que ariqueños y forasteros tenemos una labor súper importante, que es la de mantener el espacio limpio y bello con el tiempo.

Nuestro emblemático Parque Centenario pondrá a prueba a su comunidad, ¿somos o no mal educados y con cero conciencia ambiental los ariqueños? El Parque nos entregará este diagnóstico. A diferencia de las cuevas de Anzota, tengo fe de que esta vez los ariqueños aprobaremos el exámen conductual.

¿Por qué nuestros vecinos de Tacna tienen cultura turística, ambiental y ecológica, y nosotros no? Porque si saco una flor de las plazas en Tacna, la policía me detendría, y nadie quiere pasar un mal rato; aún así, los ariqueños respetamos esa norma e igualmente viajamos a vecina ciudad del Perú.

El parque Centenario podría tomar a Tacna como guía y así recibir cada día ariqueños más conscientes y amorosos con su hábitat y su medio ambiente. Creo en Arica, creo en su gente.

Nota de la redacción: Comunicaciones de la Municipalidad de Arica indicó que por ahora no se puede entrar con mascotas. Sin embargo, a futuro se va a estudiar la posibilidad. Para mayor información sobre multas y normas generales de uso, todo el público puede revisar www.muniarica.cl/ParqueCentenario/reglamentos-del-parque

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