Personas en situación de calle: Ojos que no ven, corazón que no siente

25 Junio 2018

¿Quiénes viven así? En su mayoría son personas que se encuentran en un rango etario entre los 35 y 54 años, edad en que claramente podría ser una población productiva.

Mª Cristina Alfred >
authenticated user Corresponsal

La vida es frágil y para nadie resulta algo desconocido. Por ello, cuando damos un recorrido por la ciudad, pocas veces tomamos consciencia de las condiciones de vida de muchos habitantes. Están entre nosotros, por las calles, duermen en los parques e iglesias; son las personas en situación de calle.

El aumento de personas en situación de calle a nivel país es alarmante. ¿Quiénes viven así? En su mayoría son personas que se encuentran en un rango etario entre los 35 y 54 años, edad en que claramente podría ser una población productiva. Son más de 700 millones de personas en el mundo que siguen viviendo en situación de pobreza extrema, entendiendo que en su mayoría sobrevive con menos de 2 dólares diarios.

En Chile, el Hogar de Cristo y la Red de Trabajo con Personas en Situación de Calle han definido como personas en situación de calle a “todo individuo que se encuentre en una situación de exclusión social y extrema indigencia”. Lo anterior se refiere principalmente a personas que carecen de un hogar o residencia, pero la verdad de la indigencia no es únicamente ausencia en bienes materiales, sino que va más allá de ello. Una persona que se encuentra en situación de calle se encuentra frente a un escenario de exclusión y desvinculación social; es decir, la persona se encuentra expuesta a un deterioro acelerado que impacta tanto a los individuos como a sus comunidades.

Si bien existe variadas investigaciones que abordan la problemática de la indigencia respecto a sus razones de origen, los estructurales referidos del mercado o las dificultades personales son los más comentados. La verdad es que independiente de los factores causantes, debemos entender que las personas en situación de calle están frente a un proceso de “ruptura de vínculos sociales” importante, del que pocas veces es posible salir. Es ahí donde está el problema, es en esto donde deberíamos detenernos a pensar.

Como sociedad, pocas veces reflexionamos respecto las acciones que podríamos hacer para solucionar este escenario de muchos jóvenes y adultos que, por diferentes razones, terminan en esta situación. Es que falta mucho por hacer desde la sociedad, empresas, gobierno, municipalidad y universidades. Por eso digo “ojos que no ven, corazón que no siente” y así es: para nadie resulta fácil reconocer lo poco que nos esta quedando de “ser humano”, más si observamos el poco tiempo que se destina para conversar y reflexionar como sociedad desde los diferentes espacios, en generar algunas condiciones para que estas personas logren transitar a una vida digna. 

La pobreza entonces es un problema no solamente de los gobiernos, sino de nosotros como sociedad. Mirar para entender que con pequeñas iniciativas podemos cambiar la vida de muchas personas y, con ello, los altos índices de vulnerabilidad al terminar con las brechas de desigualdad que nos impiden lograr un crecimiento económico.

Nuestro bienestar está vinculado al de las demás personas. Así es para los jóvenes una oportunidad participar en espacios de conversación donde puedan desarrollar un pensamiento crítico en apoyo de un cambio transformador, con experiencias de fomento. Por ejemplo, las actividades de voluntariado son experiencias que no se olvidan.

Para las empresas, como motor de crecimiento económico, tienen un rol clave al momento de determinar si el crecimiento ¿será o no inclusivo? Eso significa si contribuye o no a la reducción de pobreza, promueve o no oportunidades para los segmentos de la población más necesitados.

Para la comunidad académica, la que desempeña un papel determinante a la hora de entender su rol social, debe trabajar en la formación de profesionales con sentido social; es decir, involucrar la responsabilidad social universitaria en su quehacer y contribución permanente lo que va más allá de un puro impacto económico.

Y, finalmente, los gobiernos son los llamados a crear un entorno propicio para generar, desarrollar y fomentar un entorno de oportunidades para los marginados. 

La sociedad debe aprender a comprometerse y asumir sus problemáticas sociales, eso significa Actuar.

Ver también:

Más que un piropo callejero: El acoso es una palabra con varios apellidos

Un mercado que nos hace bien: Soy "pet lovers", ¿y qué?